Construyendo Puentes Cristologicos

Para la Fe y las Practicas Indigena

Juan Martínez ha escrito un conciso y profundo repaso de algunos de los factores históricos y culturales que están impactando el alcance evangelístico entre los grupos indígenas de América Latina. El hace un buen relato de los retos y complejidades involucrados en tales esfuerzos – la aparición de movimientos religiosos nativos, las preguntas contingentes acerca del sincretismo, las actitudes cristianas de superioridad, y la no menos importante triste y dolorosa realidad de la historia de las misiones en esta región. Estos asuntos han creado impedimentos que un evangelista transcultural serio, aún alguien con la minima medida de integridad o deseo de éxito, no puede minimizar o ignorar.

Aun el trabajador cristiano más sensible, que celosamente afirma el valor intrínseco de los pueblos indígenas y sus culturas deberá enfrentarse con el remolino teológico creado por estas realidades desconcertantes. Son los Scylla y Charybdis que no se pueden evitar, y el evangelista tiene que navegarlas con sumo cuidado si quiere tener oportunidades significativas para compartir las buenas nuevas del evangelio en este contexto.

Estoy completamente de acuerdo con la aseveración de Martínez de que una actitud humilde es la que debe prevalecer al hacer mission entre los grupos nativos de esta región. Debido a la larga historia de discriminación y persecución sufrida por los pueblos indígenas de América Latina, muchos misioneros norteamericanos y europeos—y su mensaje—todavía son vistos con sospecha por las poblaciones rurales amerindias. En mi investigación y ministerio entre el pueblo Cañarí Quechua en la tierra montañosa de Ecuador, me impactó el hecho de que hay algunos en posiciones de liderazgo que argumentan vigorosamente por la “des-evangelización” de su cultura. El punto de vista de algunos es que el cristianismo – en sus formas católicas y protestantes – ha sido un factor no menor en el colapso de la cultura, identidad y poder indígena. Hacer del mensaje cristiano uno irresistible en contextos como este, requerirá mucho más que la comprensión y compasión del evangelista. Este proceso necesitará de una renovación del compromiso hacia un patron encarnacional, modelado por el ejemplo de Cristo, que rechaza la posición y poder, y se vacía a sí mismo, de manera que abre no solo los ojos, sino la vida misma del misionero al enorme y verdadero dolor y la lucha de la vida del indígena.

De manera simultánea y como parte integral al llamamiento a una humildad misionera no fingida, quiero responder específicamente al llamado de Martínez a construir “ Puentes Cristológicos” con la fe y práctica indígena. Sin embargo, quiero abordar la idea con una perspective algo diferente al enfocarme en la imagen omnipresente de Cristo tan arraigada en la religiosidad de los pueblos indígenas. Jesús de ninguna manera es un extraño en este ambiente. Sus representaciones, en sus varias manifestaciones, se encuentran en todo lugar. Las imágenes tradicionales de América Latina (traídas por los españoles a las Américas y las que más se observan en este contexto) tienden a enfocarse en su mayoría en los dos extremos de la vida terrenal de Cristo, esto es, su nacimiento y su crucifixión. Éstas imágenes de Cristo como el niño divino y la víctima expiatoria elevan las dimensiones “fuera de este mundo” de su vida, disminuyendo su humanidad y tendiendo a removerlo de un rol significativo en relación a las luchas contemporáneas de los pueblos indígenas. Ciertamente, la influencia de la teología de la liberación ha dado a Jesús una plataforma social y política en varios sectores de América Latina. Sin embargo, para la mayoría de los pueblos nativos Jesús es visto primordialmente como un salvador divino que abre la puerta hacia el cielo y la vida eterna; alguien que tiene poco que ofrecer para liberarlos o aliviarlos de los retos y luchas de la existencia temporal en esta vida terrenal. Por lo tanto, estos remedios han de ser buscados en otros lugares – ya sea a través de la virgen o uno de los santos católicos, a través del chamán o curandero, o a través de un proceso socio-económico que a menudo rinde poco, a pesar de los más de quinientos años de resistencia indígena.

Una gran excepción a la casi exclusiva función soteriológica de Jesús en América Latina puede ser vista en las imágenes patronales de Cristo en ciertos pueblos, aldeas, comunidades y familias. Aunque estos íconos no son tan prominentes como las imágenes cristológicas más tradicionales o tan numerosas como las imágenes de la Virgen o los Santos Católicos, si representan la fe de un lugar donde Jesús parece estar firme e íntimamente vinculado a los asuntos verdaderos de la vida y las luchas de los pueblos Amerindios. Para los Cañarí Quechua de Ecuador, estas imágenes patronales son consideradas hacedoras de milagros de sanación, evitar sequías e inundaciones, asegurar la productividad de las tierras agrícolas y el ganado, traer éxito en las relaciones y negocios, proveer protección al viajar y emigrar e intervenir en circunstancias que exigen justicia y vindicación.

Aunque algunos escojan argumentar que las creencias y prácticas indígenas asociadas con el culto de éstas imágenes y las cristologías locales son superstición e idolatría, es un hecho que los relatos del Nuevo Testamento acerca de la vida terrenal de Jesús (especialmente en los evangelios sinópticos) a menudo se enfocan en los aspectos de provisión y protección de su ministerio. El evangelista que ve valor en esta dimensión del mensaje del evangelio puede encontrar un punto de partida significativo para construir un entendimiento auténtico y holístico de la persona, el trabajo y el mensaje de Cristo entre los pueblos de América Latina. Tal enfoque en las cristologías sinópticas, las cuales reflejan una cristología “desde abajo,” parece proveer a los pueblos indígenas de una avenida más natural para descubrir sus propios y únicos puntos de identificación con Jesús, lo cual es un importante primer paso para desarrollar una cristología verdaderamente contextual. Claramente, conectar los ministerios de provisión y protección del Jesús histórico con el discipulado auténtico que el Cristo de la fe exige continuará siendo el gran reto, pero es parte integral de una genuina enculturación del evangelio. La meta final de todo esfuerzo misionero tiene que ser que los pueblos Amerindios encuentren a Jesús – y el evangelio – relevante en sus propias vidas, para sus propias necesidades y dentro de su propia cultura.

Jesucristo y el evangelio sólo se convertirán en “buenas nuevas” para los pueblos indígenas de América Latina cuando éstos comiencen a proveer respuestas a las preguntas que los pueblos nativos están haciendo, cuando comiencen a hablar a las incertidumbres y los temores más comunes en su cultura, y cuando comiencen a tratar con los más profundos anhelos y aspiraciones de sus corazones. El esfuerzo por construir este tipo de “puentes cristológicos” podrá requerir la aparición de algunos nuevos y diferentes paradigmas de Cristo que tal vez se parezcan muy poco al entendimiento euro-americano clásico. Sin embargo, esto es parte del proceso de cómo tratar con la pregunta que Cristo mismo hizo en primer lugar: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” La respuesta desde América Latina nos puede ayudar a ver a Jesús en nuevas formas, y abrir nuestros ojos y nuestros corazones para comprender más claramente “la plenitud de aquel [Cristo] que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).

NOTAS DE PIE

1Estos Cristos patronales son algunas veces manifestaciones locales de advocaciones cristianas universales. En otras instancias son manifestaciones completamente únicas. En ambos casos, se cree que estos Cristos locales intervienen directamente en las vidas de sus devotos y poseen grandes poderes tutelares y/o taumatúrgicos; por lo tanto son objeto de intensa reverencia y devoción. Peregrinajes, procesiones, festivals comunales y misas mayores se celebran en su honor. Estas son las imágenes a las cuales los fieles se acercan en su interminable esfuerzo por superar los retos y crisis de la vida. Estas suscitan gran veneración, sacrificio y expresiones de agradecimiento.