La Memoria, Los Metodos y la Mision Desde Abajo

Valoro el esfuerzo de Juan F. Martínez de poner sobre la mesa un asunto misionológico al cual la mayoría de los evangélicos en América Latina no ha prestado suficiente atención, aun en países con un gran porcentaje de población indígena como lo son Bolivia, Perú, Ecuador y Brasil. Recobrar la memoria de lo que aconteció durante la conquista española y portuguesa en las Américas es un punto inicial importante para esta agenda.

Mi colega Stewart Macintosh, un misionero escocés que trabajó en Perú por treinta años, dejó su práctica para dedicarse a los studios doctorales y “descubrió” los esfuerzos de varios sacerdotes españoles por traducir catecismos e himnos a la lengua Quechua. Él se sintió especialmente atraído por el trabajo del jesuita José de Acosta, quien escribió “De procuranda indorum salute” (acerca de como procurar la salvación de los Indios), un libro de seiscientas páginas publicado en Salamanca en 1588.1 Este libro es un manual misionero acerca de cómo evangelizar a los indios, y Acosta trata con las interrogantes y prácticas de su propio tiempo, evaluándolas desde una perspective crítica y bíblica.

Nosotros los evangélicos debemos ser humildes y suficientemente informados para reconocer que aún en el año 2013, no tenemos un estudio equivalente al de Acosta, ya que continuamos siendo ignorantes en relación a las interrogantes planteadas por él, como también las realidades religiosas indígenas.

Un asunto significativo del debate entre misioneros y conquistadores del siglo dieciséis y diecisiete fue si los indígenas eran en realidad seres humanos. Un teólogo importante de Salamanca dudaba que los indígenas podían ser en verdad humanos, pero su posición fue debatida por el dominico Bartolomé de las Casas, el gran defensor de los indios, quien tenía experiencia misionera en Centro América. Las Casas era altamente crítico del uso de la violencia como un medio de coerción para convertir a los paganos, lo cual era comúnmente usado por misioneros de esa era. De hecho, algunos teólogos sugerían que el evangelio era tan profundo y trascendente que la mente primitiva de los indios no lo podría comprender. Por lo tanto, habían de ser primeramente civilizados para luego poder evangelizarlos, de ahí el dicho “primero vencer, después convencer”.

Violencia y coerción podían usarse en el primer paso pero no en el segundo. La iglesia Católica no pudo mantener su entusiasmo misionero más allá de la mitad del siglo diecisiete y la clase de catolicismo popular practicado por los pueblos nativos comenzó a ser percibida como poseedora de ningún elemento redentivo, y así, empleada principalmente para mantener a los indios bajo control político. La escasez permanente de sacerdotes en los siglos dieciocho y diecinueve empeoró la situación.

Hoy existe suficiente investigación acerca del trabajo misionero protestante que nos permite hacer afirmaciones generales con respecto a los encuentros en ese período de tiempo.

Los evangélicos insistían en una conversión individual a Cristo, que como resultado traía una trasformación en el estilo de vida. Para muchas personas indígenas, el convertirse al evangelio significó un cambio para bien en relación a la vida de familia, las prácticas económicas, educación, y salud. En muchos casos, era una experiencia liberadora. En algunas instancias, mientras se traducía la biblia y se desarrollaba liderazgo indígena, hubo casos de conversions grupales y crecimiento de la iglesia, con lo cual las preguntas acerca del evangelio y la cultura comenzaron a ser cada vez más apremiantes.

Mientras los evangélicos tenían una vida de iglesia mas racional y cerebral, las iglesias indígenas eran más atraídas por la oración, los milagros y la liberación espiritual, lo cual explica el crecimiento explosivo del pentecostalismo entre los pueblos indígenas. Al momento que los misioneros fueron capaces de auto-criticar sus métodos y énfasis, ahí aprendieron a caminar junto a estas nuevas iglesias y ministrar dentro de ellas con relativamente bajos niveles de conflicto.

Por último, valoro de manera especial la última sección del artículo de Martínez, en donde se refiere al documento de las conferencias de Iguazú y Cape Town, ofreciéndonos algunas propuestas para el futuro.

Mi propia formación misionológica salió del diálogo entre el Catolicismo Romano y el Marxismo. Ahora que vivo en España en medio de una atmosfera de declinación de la cristiandad, he tenido que aceptar el hecho del pluralismo religioso, especialmente cuando se refiere al Islam.

No hay respuestas fáciles y debo aprender mucho. Como los españoles que fueron a las Américas en el siglo dieciséis, me siento tentado a referirme a los musulmanes como “un poco menos humanos que nosotros los cristianos.” Esta actitud está fomentada en parte por los estereotipos de los medios de comunicación que me bombardean constantemente. Tengo mucha tarea que hacer con respecto al Islam. Me ayudan las conversaciones que sostengo con personas latinoamericanas, quienes practican misiones en países musulmanes y ven las cosas de una manera diferente. Estos hermanos y hermanas hacen misiones “desde abajo”, y esto ayuda muchísimo.

Notas De Pie

1Para una traducción al ingles, ver José de Acosta and Stewart G. Mclntosh, De procuranda indorum salute (Tayport, Scotland: Mac Research, 1996).