There’s a unique season of growing toward adulthood that happens in the years between 11 and 25—as any parent of teenagers will attest. The way we frame our experiences during that time sets the stage for how we respond to life later, which partially explains how differently my wife and I parented our boys through that turbulent time.
My teenage years went well on the surface, but the undercurrent was harder, more painful, less assured than it appeared. My determination to be “adult” prematurely caused me to try to act like one long before I had the developmental equipment. I entered puberty at 10 years of age and was 6’2″ by the time I was 12: I looked older and bigger than my peers, so I assumed the role. This meant being a teenager was less fun, less adventurous, and less healthy than it might have been. Good family and close friends meant a lot to me, but no practices or communities of faith were sought (or found). No adult help—in the form of advocate, listener, advisor, personal coach—came forth, at least none that I remember. I doubt I signaled that I would have relished any of these things if I had known they existed. To be a teenager was to be on an individual and largely independent journey toward adulthood. My sense was that you just got on with growing up.
My wife, Janet, had an entirely different teenage season. Her free-spirited, passionate, joyful, and enthusiastic self dove into teenage life for all it was worth. Her highly extroverted energies and activities, her adventures and risks, her fun and humor, her faith and love meant she bubbled into self-discovery and friendships everywhere she turned. Her Christian faith found a home independent of her family, settling easily into the context of Young Life Bible studies and leader- ship. That culture knew just what to do with someone like Janet. She was immersed in a world of adults who knew and pursued her and she drank deeply from the water they provided. That she went on to become a high school English teacher was a natural extension of all she learned and eagerly wanted to offer others in those pivotal years.
So which of us do you think did the better job parenting our teenage sons? Of course, it was Janet. She understood the developmental season our boys were passing through and vividly saw its thrills and challenges, its possibilities and pains. There was so much I needed to learn from her. I understood our sons more as boys, but Janet understood them as teenagers. Both of us made our contributions, of course, each knowing fluidity and failure. Yet I have no doubt that my capacity to be a better parent to teenagers would have benefitted greatly from living a better teenage season myself. Janet taught me that.
We are all in an unending narrative of life, in and between generations, passing on to those younger than ourselves, for good or not, whatever we have to offer. The work of Fuller in various arenas of youth development—whether the Fuller Youth (FYI), the Thrive Center, or the offerings of our Youth, Family, and Culture emphasis— has sought over the years to offer adults and teenagers informed resources to make a developmentally positive and enduring spiritual difference. In recent years, FYI’s focus has been on the factors that contribute to a “sticky faith” that is secured through the teenage years and beyond. There are some strong factors that can make a real difference for parents, for churches, and, most importantly, for youth. These factors can change the stories of teenagers, which may also alter the ways they may one day parent teenagers themselves.
Not everyone is lucky enough to have someone like Janet as a loving parent through the difficult years of growing up, but Fuller is committed to training and empowering everyone who cares about teenagers—however you intersect their lives. Remember your own awkward and difficult youth, as I have while writing this column, and decide by the grace of God to do all you can to know and love and relish those living through one of life’s most vulnerable and profound sea- sons. It will matter for them today, and for all the teenagers you or they come to know, parent, and love in the future.
Hay una temporada única de crecimiento hacia la adultez que ocurre entre los 11 y 25 años de edad—como cada padre y madre de adolescentes puede testificar. La forma en que enmarcamos nuestras experiencias durante este tiempo prepara el terreno de cómo responderemos a la vida luego, lo que parcialmente explica lo diferente que mi esposa y yo criamos a nuestros niños durante este tiempo turbulento.
Mis años de adolescencia estuvieron bien en la superficie, pero en el fondo fueron más difícil, más doloroso, menos seguro de lo que parecía. Mi determinación de ser un “adulto” prematuramente causó que tratara de actuar como uno mucho antes de que tuviera las herramientas de desarrollo. Entré en la pubertad a los 10 años de edad y ya medía 6’2” a los 12: me veía mayor y más grande que mis contemporáneos, así que asumí el rol. Esto significó que ser un adolescente fue menos divertido, menos aven- turero y menos saludable de lo que pudo haber sido. Buena familia y amistades cercanas significaban mucho para mí, pero no busqué (o encontré) ninguna práctica o comunidad de fe. Ninguna ayuda de alguna persona adulta—en la forma de alguien que me defendiera, escuchara, aconsejara o entrenara personalmente—salió a relucir, o al menos alguna que recuerde. Dudo que haya dado muestra de querer alguna de estas cosas de haber sabido que existían. Ser un adolescente fue seguir un trayecto individual y grandemente independiente hacia la adultez. Mi sentir era que simplemente uno se ponía a crecer y ya.
Mi esposa, Janet, tuvo una temporada de adolescencia completamente diferente. Su espíritu libre y su forma de ser apasionada, gozosa y entusiasta, capturó su adolescencia por todo lo que valía la pena. Sus energías y actividades al- tamente extrovertidas, sus aventuras y riesgos, su diversión y humor, su fe y amor hizo que ella emergiera hacia el auto-descubrimiento y creara amistades adondequiera que fuera. Su fe cristiana encontró un hogar independiente al de su familia, asentándose fácilmente dentro del contexto de los estudios bíblicos y liderazgo de Vida Joven. Esa cultura supo exactamente qué hacer con alguien como Janet. Ella estaba inmersa en un mundo de personas adultas que la conocían y buscaban y bebió profundamente del agua que le proveyeron. El que se haya convertido en una maestra de escuela secundaria fue una extensión natural de todo lo que había aprendido y que ansiosamente deseaba ofrecer a otras personas en estos años fundamentales.
Así que, ¿quién cree que hizo un mejor trabajo criando a nuestros hijos adolescentes? Por supuesto, Janet. Ella entendió esta temporada de desarrollo que nuestros hijos estaban pasando y vívidamente vio sus retos y encantos, sus posibilidades y dolores. Había tanto que tenía que aprender de ella. Yo entendía a mis hijos más como varones, pero Janet les entendía como adolescentes. Ambos hicimos nuestras contribuciones, por supuesto, cada cual conociendo la fluidez y el fracaso. Aun así no tenía ninguna duda de que mi capacidad para ser un mejor padre para adolescentes se hubiera beneficiado en gran manera de haber yo vivido una mejor temporada de adolescencia. Janet me enseñó eso.
Cada persona está en una narrativa interminable de vida, dentro y en medio de gen- eraciones, pasando a aquellas personas más jóvenes, para bien o para mal, aquello que tenemos para ofrecerles. El trabajo de Fuller en varios ámbitos del desarrollo de la juventud—ya sea el Instituto de la Juventud de Fuller (FYI, siglas en inglés), el Centro “Thrive” o las opciones de nuestro énfasis de Juventud, Familia y Cultura—ha buscado ofrecer a través de los años a personas adultas y adolescentes recursos informados para hacer una diferencia positiva de desarrollo y espiritualmente duradera. En años recientes, el énfasis de FYI ha sido en los factores que contribuyen a una “fe pegajosa” que esté asegurada durante los años de la adolescencia y más allá. Hay unos factores importantes que pueden hacer una diferencia real para padres y madres, iglesias y, más importante, la juventud. Estos factores pueden cambiar las historias de adolescentes, lo que también puede alterar las formas en la que algún día críen a sus adolescentes.
No todo el mundo tiene la suerte de tener alguien como Janet como madre amorosa durante estos años difíciles de crecimiento, pero Fuller está comprometido a entrenar y empoderar a cada persona interesada en adolescentes—como sea que interactúe en sus vidas. Recuerde su torpe y difícil juventud, tal como yo lo hecho al escribir esta columna, y decida por la gracia de Dios hacer todo lo que pueda para conocer y amar y disfrutar a aquellas personas que están viviendo una de las temporadas más vulnerables y profundas de la vida. Será importante para ellos y ellas hoy, y para cada adolescente que usted o ellos y ellas lleguen a conocer, criar y amar en el futuro.
십 대 자녀를 둔 부모라면 누구나 공감하시겠지만, 성인기로 들어서기 이전 11세에서 25세 사이에 특별한 성장 시기가 찾아옵니다. 이 시기에 쌓는 경험은 이후에 살아가는 방식의 토대를 형성하는데, 저와 아내는 이 격동의 시기를 지나는 두 아들을 양육하는 방식이 다소 달랐습니다.
저의십대시절은언뜻순조로운듯보였으나겉으로 드러난 것에 비해 이면에는 근심과 고통과 불안이 흐르고 있었습니다. 저는 너무 이른 나이에 ‘어른’이 되겠다고 마음먹은 탓에 적절한 성숙함이나 소양을 갖추기 훨씬 전부터 어른처럼 행동하고자 했습니다. 제가 열 살 때 사춘기가 찾아왔고 열두 살 때는 키가 이미 188cm 였습니다. 저는 또래보다 크고 조숙해 보였기에 자연스레 어른 행세를 했습니다. 이 때문에 저는 일반적인 경우보다 덜 쾌활하고, 덜 모험적이고, 덜 건강한 십 대를 보냈습니다. 화목한 가정과 친밀한 교우 관계를 중요하게 생각하기는 했지만, 그 외에 신앙 활동이나 신앙 공동체를 찾아다니지는 (혹은 발견하지는) 못했습니다. 적어도 제 기억으로는 어른들이 저를 지지해주거나, 경청해주거나, 조언해주거나, 개인적으로 지도해주는 식의 도움을 받은 적이 없었습니다. 설령 그런분이계신것을알았다하더라도그렇게도움을 주시면 좋겠다는 내색을 했을 것 같지도 않습니다. 십 대 시절이란 그저 성인이 되기 위한 다분히 개인적이고 독립적인 여정이라 생각했습니다. 부지런히 어른이 되자 하는 것이 저의 생각이었습니다.
저의 아내 쟈넷(Janet)은 저와 완전히 다른 십 대 시절을 보냈습니다. 자유롭고, 정열적이고, 발랄하고, 열광하는 성품을지닌아내는십대의삶으로풍덩들어가모든 가치 있는 것들을 찾아 누볐습니다. 매우 외향적인 에너지와 활동력, 모험심과 대담함, 장난기와 재치, 믿음과사랑탓에아내는어디를가든새로운자신을 발견했고 많은 친구를 사귀었습니다. 신앙적으로 아내는 영라이프(고등학생 기독교 선교 단체)를 가족처럼 느끼게 되었고 쉽사리 그곳의 성경 공부와 임원 활동에 정착했습니다. 영라이프의 분위기나 활동은 아내 같은 부류의 사람에게 정확히 맞춰져 있었습니다. 그렇게 아내는 자기를 알아주고 끈질기게 붙드는 어른들 틈에서 그 세계에 깊이 빠져들었고 그들에게서 깊은 영향을 받았습니다. 이후 아내가 고등학교 영어 교사가 된 것은 이결정적인시기에아내가배운것,그리고남에게 베풀고자 갈망했던 것의 자연스러운 발현이었습니다.
자그러면저희둘중에누가십대아들을더잘 양육했을 것으로 생각하시나요? 당연히 아내였습니다. 아내는두아들이지나고있는발달시기를잘이해했고 그 시기의 전율과 도전, 가능성과 아픔을 분명하게 볼 수 있었습니다. 저는 아내에게서 많은 것을 배워야 했습니다. 저는 대체로 사내아이로서 두 아들을 이해했지만, 아내는 십 대로서의 아이들을 이해할 수 있었습니다.물론저희둘다아이들양육에중요한 역할을 감당했고 각자 나은 부분과 부족한 부분이 있었습니다.그럼에도제가저의십대시절을더잘 보냈더라면 아이들에게 훨씬 좋은 아버지가 될 수 있었을 것이라는 사실은 의심할 여지가 없습니다. 이것이 바로 아내가 제게 가르쳐준 사실입니다.
우리는 모두 자신의 세대 안에서, 또 앞뒤 세대 사이에서 좋든 나쁘든 우리가 가진 것을 젊은 세대에게 물려주며 계속되는 인생 이야기를 써내려갑니다. 지난 수년간 풀러는 청소년 발달과 관련된 다양한 영역에서 노력해왔고, 구체적으로 풀러청소년연구소(Fuller Youth Institute), Thrive 연구소(Thrive Institute), 청소년‧ 가족‧문화 선택 전공 등은 바람직한 발달과 평생 유지되는 영성 함양을 위해 전문적인 지원을 제공하려 애써왔습니다. 최근 풀러청소년연구소가 초점을 맞추는 것은 십 대에 형성되어 이후까지 지속하는 ‘끈끈한 신앙 (sticky faith)’ 도야에 도움을 주는 요인들입니다. 이 중 몇가지강력한요인들은부모,교회,그리고가장중요한 청소년 본인에게 실제적인 변화를 가져다줄 것입니다. 이요인들은십대들의삶을바꿔줄뿐아니라,언젠가 그들이십대자녀를양육하는방식을바꿔놓게될 것입니다.
모든십대가힘겨운성장시기를함께해줄제아내 같은 부모나 다른 누군가를 만나는 행운을 누리지는 못합니다. 그렇기에 풀러는 십 대와 어떤 관계에 있든 그들을 소중히 여기는 모든 분께 교육을 제공하고 힘을 실어주는 일에 헌신하고 있습니다. 이 글을 쓰면서 제가 그랬던 것처럼 여러분 자신의 미숙하고 힘들었던 청소년기를 떠올려 보시기 바랍니다. 그리고 인생에서 가장 취약하면서도 결정적인 시절을 살아가고 있는 이들에 대해 있는 힘껏 알아가고, 사랑하고, 좋아하겠다고하나님께은혜를구하며다짐하십시오. 그것은 오늘을 살아가는 십 대에게, 그리고 나아가 여러분과 그들이 앞으로 만나고, 양육하고, 사랑할 모든 십 대에게 커다란 변화를 가져올 것입니다.